800 millas, sin zapatos:
El viaje de un migrante hacia la libertad
A travรฉs de la lluvia, espinas y hombres armados, Rogelio caminรณ descalzo durante cientos de millas. ยฟSu รบnica guรญa? La esperanza desesperada por algo mejor.

October 10, 2025 | Por Nathan Thomasโ
Traducido por Gabriella Chavez
This story is from Atriumโs Spring 2025 magazine, which released April 2025.
Despuรฉs de dos dรญas atravesando barro hasta las rodillas, Rogelio Fernรกndez vio cรณmo sus botas Timberland se desintegraban. Con los pantalones empapados y los pies descalzos heridos por espinas, siguiรณ adelante, sabiendo que no podรญa regresar.โ
Habรญa comenzado la etapa mรกs peligrosa de su viaje hacia Estados Unidos: cruzar el Tapรณn del Dariรฉn, una franja de 60 millas de selva tropical espesa y terreno propenso a deslizamientos.โ
Robos, narcotraficantes, panteras, serpientes y la propia jungla forman un crisol para los migrantes que buscan una vida mejor en EE.UU. Mรกs de 170 personas murieron intentando cruzar el Dariรฉn en 2024.โ
Ahora, mientras Rogelio reconstruye su vida en Jacksonville, Florida, como propietario de un negocio de reparaciรณn de aires acondicionados y calefacciรณn, aรบn lleva consigo su historia de llegada: una de fortaleza, voluntad y el deseo inquebrantable de vivir en libertad.โ
Saliendo de Cuba
Rogelio intentรณ escapar de Cuba por primera vez en el 2012, solicitando visas de turista a Uruguay, Mรฉxico y la Repรบblica Dominicana. Fue rechazado cada vez, hasta que en 2017 obtuvo una visa para visitar la Guayana Francesa, una regiรณn en Sudamรฉrica.โ
Despuรฉs de ahorrar dinero enviado por familiares en EE.UU. y vender todas sus pertenencias, empacรณ una bolsa con lo que imaginaba necesitarรญa para el viaje: ropa, alimentos perdurables, mil dรณlares estadounidenses, sus botas Timberland resistentes y una carne asada, un recuerdo a casa.โ
Logrรณ convencer a su prima Elaine para que lo acompaรฑara. Abordaron un aviรณn hacia Guayana sin un plan definido.โ

En una ciudad con altos edificios de colores naranja y amarillo y vendedores ambulantes, Rogelio se encontrรณ con un amigo de Cuba que compraba ropa para vender.โ
“Me dijo que en el motel donde se hospedaba, habรญa alguien dedicado a organizar cruces hacia Venezuela”, dijo Rogelio.โ
Contrabandistas, estafas y Sudamรฉrica
Despuรฉs de asegurar su pasaje, Rogelio fue llevado a un campamento improvisado junto al rรญo Cuyunรญ, que forma la frontera natural entre Venezuela y Guyana.โ
“Salimos de noche y estuvimos en el agua durante 24, casi 25 horas”, dijo.โ
Viajaron en un bote largo y poco profundo โlo que los cubanos llaman un “bote cigarro”โ cerca del agua con cuatro motores en la parte trasera.โ
“Prรกcticamente volรกbamos, rebotando sobre el agua”, dijo Rogelio.โ
El viaje fue de constante inquietud โel miedo colgaba en el aire mientras Rogelio y mรกs de 20 migrantes se juntaban, hombro con hombro, cada uno rezando por cruzar sin ser detectados.โ
Los contrabandistas, mientras tanto, hablaban una mezcla de francรฉs e inglรฉs que Rogelio no entendรญa. Se esforzaba por captar cualquier cambio en su tono, tratando de leer la situaciรณn por instinto.โ
“De tanto escuchar โla preocupaciรณn, el estrรฉsโ cuando finalmente llegamos a Venezuela y la gente empezรณ a hablarme en espaรฑol, no les entendรญ durante una hora”, recordรณ Rogelio.
Una vez en Venezuela, los contrabandistas llevaron a Rogelio a un motel en malas condiciones donde cambiaron sus dรณlares estadounidenses por bolรญvares venezolanos. Le advirtieron que serรญa imposible comprar algo con dรณlares en el paรญs.โ
“Pronto me di cuenta de que era una estafa”, dijo Rogelio. “Los bolรญvares no valen nada”.โ
Aรบn asรญ, no pudo evitar reรญr cuando vio a los locales pagar sus comidas con pilas de billetes de varios pies de altura.โ
Poco despuรฉs, los contrabandistas le informaron del siguiente paso: traficarรญan su grupo a Colombia.โ
“Si nos detenรญan en el camino, se suponรญa que debรญamos decir que รฉramos mรฉdicos, en una misiรณn en Venezuela”, dijo Rogelio. No pudo evitar imaginarse a sรญ mismo โcansado y sin afeitarโ tratando de pasar por el mรฉdico.โ
Sus conductores, notando su apariencia, insistieron en que se afeitara la barba. “Te verรกs mรกs creรญble”, dijeron, seguros de que un afeitado limpio era la clave para convencer a los guardias de la frontera.โ
Finalmente, llegรณ a una pequeรฑa aldea, la รบltima parada antes de la selva que tendrรญa que cruzar a pie. Tomaron una pequeรฑa canoa hasta una orilla arenosa en la selva, donde los esperaban una ensenada, un muelle y un ranchรณn โuna estructura de madera con un techo hecho de hojas y ramas.
Para Rogelio, la escena parecรญa sacada de una pelรญcula en Hawรกi. Era hermosa, pensรณ.
Pero la paz no durรณ.
Dos adolescentes salieron de entre las sombras, uno con una pistola en el cinturรณn y el otro con un rifle colgado del hombro. Se presentaron como los guรญas que los llevarรญan a travรฉs del Tapรณn del Dariรฉn, con una actitud sorprendentemente tranquila.
Dijeron que iban a recoger a otro grupo para que se unieran a ellos. Rogelio y Elaine debรญan esperar en el ranchรณn hasta que los guรญas regresaran.
Cada hora que pasaba llenaba a Rogelio y a Elaine de nervios, como juguetes con demasiada tuerca. Pasรณ un dรญa. Luego otro.
Cuando la pareja escuchรณ que otro cubano, un hombre calvo y de carรกcter tranquilo llamado Santiago, tambiรฉn estaba ansioso por partir, tomaron una decisiรณn: los tres harรญan el viaje por su cuenta.

Infierno en la selva
La jungla era despiadada, llena de insectos, serpientes y la constante amenaza de depredadores. Los รกrboles parecรญan cerrarse sobre ellos mientras las ramas les raspaban la piel, pero lo peor de todo era el suelo.โ
La lluvia caรญa sin cesar, convirtiendo el suelo de la selva en un lodazal โuna mezcla de barro, agua y vegetaciรณn en descomposiciรณn hasta las rodillas. Criaturas que prosperaban en el lodo se escabullรญan bajo la superficie, con espinas puntiagudas ocultas en el suelo, esperando hundirse en la piel desnuda.โ
Despuรฉs de dos dรญas consecutivos de caminata, las confiables botas Timberland de Rogelio โtraรญdas desde Cubaโ finalmente se rompieron, abriรฉndose por las costuras. Cuando Rogelio se las quitรณ, una capa de piel se vino con ellas.
Durante las siguientes 800 millas, hasta cruzar a Nicaragua, viajรณ descalzo.
Se paraba en una espina cada 30 o 40 minutos.
El suministro de comida del trรญo consistรญa en latas de atรบn y azรบcar. Rogelio y Elaine se detenรญan a comer una vez al dรญa, bebiendo tambiรฉn el aceite extra de las latas para obtener algo de grasa y energรญa, intentando sacar el hambre de sus pensamientos.
Que la ropa de Rogelio se estuviera volviendo una carga tampoco ayudaba.
Cortรณ sus pantalones, hechos de un material pesado, y los convirtiรณ en pantalones cortos, con la esperanza de aligerar el peso. Por la noche, usaba las piernas del pantalรณn como sรกbana, envolviรฉndose en la tela para protegerse del goteo constante del agua. El sueรฑo venรญa en fragmentos, interrumpido por la lluvia aullante y el dolor persistente en los mรบsculos.
En el tercer dรญa, se toparon con un grupo de narcotraficantes colombianos. Cada uno estaba armado con un rifle largo.
Rogelio habรญa oรญdo historias sobre cรณmo hombres como esos atacaban a los migrantes. En cambio, estos les dijeron que estaban perdidos y les indicaron la direcciรณn correcta.
โBusquen una colina, doblen y traten de cruzar una vez que lleguen allรญโ, les dijeron.
Agradecidos y aliviados, el grupo de Rogelio siguiรณ adelante. El terreno empezรณ a cambiar mientras subรญan una colina, convencidos de que habรญan encontrado la seรฑal que les habรญan mencionado. Avanzaron durante otras siete horas.
En el descenso, Rogelio, exhausto y con un dolor inmenso, pensรณ que habรญa entrado en otra dimensiรณn cuando algo completamente ajeno a la selva llegรณ a sus sentidos.
Espaguetis.
El grupo se deslizรณ por la colina, los pies resbalando en el barro, hasta llegar a un grupo de hombres haitianos que cocinaban espaguetis en un hornillo de gas en medio del Tapรณn del Dariรฉn.
Despuรฉs de tres dรญas comiendo solo atรบn enlatado y azรบcar cruda como postre, la promesa de una comida caliente los volviรณ delirantes.
โFue el mejor restaurante al que he ido en mi vidaโ, dijo Rogelio.
Despuรฉs de la comida, decidieron terminar el dรญa y acostarse. Pero no pasรณ mucho tiempo antes de que despertaran con el sonido del agua corriendo.
El rรญo, antes tranquilo, crecรญa a cada segundo. Rogelio vio cรณmo el agua se acercaba: tres metros, luego dos, luego uno, hasta que el grupo corriรณ de nuevo cuesta arriba por donde habรญa bajado.
Pasaron la noche caminando y cruzaron el rรญo al amanecer. Durante los siguientes dos dรญas, avanzaron cansadamente por tierras pantanosas, con los cuerpos pesados de fatiga y los pies hechos una masa sangrienta. Al sรฉptimo dรญa, se toparon con el ejรฉrcito panameรฑo.
El oficial a cargo les indicรณ que se dirigieran a un campamento en Lajas Blancas, donde los vacunarรญan contra cualquier enfermedad que pudieran haber contraรญdo en la selva.
Elaine vio el cuerpo primero.
Era un hombre mayor, de unos 40 aรฑos, que habรญa caรญdo al borde del camino. Su piel ya estaba amarilla.
โParecรญa que llevaba muerto unos tres dรญasโ, dijo Rogelio. โY por la ropa que tenรญa puesta, pudimos darnos cuenta de que era cubanoโ.
Ese hombre habรญa recorrido el mismo camino brutal que el grupo de Rogelio, cargando las mismas esperanzas, la misma desesperaciรณn. ยฟHabรญa alcanzado a hablar con su familia antes de morir? ยฟSe habรญa atrevido a soรฑar con llegar a Estados Unidos?
Durante un momento largo, se quedaron en silencio.
A travรฉs de Costa Rica
En el campamento, despuรฉs de las vacunas, el ejรฉrcito les dio una orden: tenรญan 72 horas para salir de Panamรก.
โSupuestamente te lo dicen para que regreses por donde vinisteโ, dijo Rogelio, โpero nosotros recogimos nuestras cosas y nos fuimos hacia el norte.โ
En la frontera, un control policial se interponรญa entre ellos y el siguiente tramo del viaje. Los oficiales estaban revisando documentos para asegurarse de que nadie se colara.
Rogelio y otros siete migrantes que esperaban cerca de la frontera formaron un plan. Se moverรญan en silencio, pegados a los arbustos junto al camino, con la esperanza de no ser detectados.
Los migrantes se agacharon, avanzando lentamente y en silencio, cuando el rugido de un motor rompiรณ la noche. Un jeep lleno de policรญas bajaba por el sendero a toda velocidad, con los rifles listos.
Todos corrieron. Rogelio y Elaine se lanzaron dentro de un arbusto y se quedaron ahรญ, escuchando a los policรญas gritar โยกAquรญ hay uno!โ y โยกAquรญ hay otro!โ
Finalmente, un oficial gritรณ: โQuedan dos, ยกsigan buscando!โ
La respiraciรณn de Rogelio se detuvo. Cada mรบsculo se le tensรณ.
โNo quiero seguirโ, le dijo a Elaine.
Ella lo mirรณ firmemente.
โMuchacho, hemos llegado demasiado lejos. No vamos a volver.โ
Los dos permanecieron escondidos durante tres horas, esperando a que la bรบsqueda se calmara. Cuando la selva volviรณ a sentirse segura, se levantaron y siguieron adelante, caminando en paralelo a la carretera hasta que encontraron una casita.
Allรญ vivรญan tres mujeres mayores, una de unos 40 aรฑos y las otras dos entre los 50 y los 60. Rogelio les contรณ su historia, y las mujeres le advirtieron que no siguiera. La policรญa lo esperaba mรกs adelante.
Decidieron quedarse un rato, nerviosos pero agradecidos por la hospitalidad.
Las mujeres les dieron comida y medicina, en parte para aliviar el fuerte dolor de cabeza que traรญa Rogelio. Una de las mujeres los acompaรฑรณ hasta una parada de autobรบs, cubriรฉndolos con una sombrilla mientras lloviznaba. Cuando llegรณ el autobรบs, se volteรณ hacia ellos con una convicciรณn tranquila:
โTengan fe. Dios los va a ayudar.โ
Rogelio y Elaine se bajaron en la frontera con Nicaragua. Allรญ se toparon con un grupo de cubanos que llevaban tres meses atrapados en ese punto.
Dos parejas del grupo habรญan estado trabajando, ahorrando lo poco que podรญan para pagar a guรญas que los cruzaran. Pero cada vez que reunรญan suficiente dinero para intentarlo, los asaltaban en la selva.
โLas mismas personas que decรญan que los iban a llevar eran las que les tendรญan la trampa para asaltarlosโ, pensรณ Rogelio. Sabรญa que no podรญa arriesgarse.
Asรญ que tomรณ una decisiรณn en silencio.
โDiremos que vamos a dar un paseo y nos iremos. Con el favor de Dios, llegaremos.โ
Misericordia y maldad
Despuรฉs de caminar toda la noche, Rogelio y Elaine encontraron una casa enterrada en las montaรฑas. El seรฑor que vivรญa allรญ les informรณ que ya estaban en Nicaragua y les dio la misma advertencia que las mujeres de la casa anterior: No sigan. Hay policรญas en el camino.
Los desertores que huyen de Cuba y son capturados en Nicaragua corren el riesgo de ser enviados de vuelta a su paรญs de origen. Ademรกs, cualquiera que sea encontrado ayudรกndolos puede terminar en prisiรณn.
โLa gente en Nicaragua tiene mucho miedo de ayudar a los cubanos porque podrรญan ir a la cรกrcelโ, dijo Rogelio.
Aรบn asรญ, el seรฑor los dejรณ quedarse. Durante dos dรญas los escondiรณ en su casa, les dio comida y agua, sin esperar nada a cambio. Luego contactรณ a alguien que pudiera ayudarlos.
Dos jรณvenes albaรฑiles llegaron, ofreciendo cambiar los dรณlares de Rogelio y Elaine por moneda nicaragรผense para que pudieran comprar chips de celular y provisiones.
Rogelio usรณ el dinero extra para comprarse un par de zapatos nuevos, unos que recuerda vรญvidamente โ azules y verdes con rayas blancas.
Con un telรฉfono funcional, llamรณ a su familia en Estados Unidos.
Estaba vivo. Habรญa llegado a Nicaragua.
Su familia les enviรณ algo de dinero para continuar el viaje. Fue suficiente para que รฉl y Elaine compraran un par de bicicletas rojas.
En el siguiente control policial, simplemente pasaron pedaleando, mezclรกndose con los locales.
Una vez a salvo, encontraron un autobรบs que los llevรณ hasta la frontera de Nicaragua con Honduras, donde se les permitiรณ continuar en el mismo autobรบs hasta Guatemala. Allรญ, Rogelio se reencontrรณ con un viejo amigo, quien conocรญa a un taxista dispuesto a llevarlos a lo largo del paรญs.
En taxi, รฉl y Elaine llegaron al rรญo Suchiate, la frontera entre Guatemala y Mรฉxico. Para cruzar, subieron a unas balsas improvisadas, nada mรกs que llantas atadas con madera.
A solo 50 metros, la policรญa mexicana los observaba desde un puente. No se movieron mientras Rogelio y Elaine flotaban hasta el otro lado.
Caminaron hasta un pueblo cercano llamado Tapachula, donde toda una economรญa subterrรกnea prospera gracias a las necesidades de los migrantes.
La gente susurraba sobre โcoyotesโ que podรญan conseguir cualquier cosa โ chips, casas seguras, incluso autos โ por el precio adecuado. Fue allรญ donde Rogelio y Elaine encontraron a alguien dispuesto a llevarlos hacia el norte, hasta el borde del territorio controlado por los carteles.
Condujeron durante horas. Las horas se convirtieron en dรญas. Pasaban el tiempo conversando, hasta que el rumbo del viaje cambiรณ con una sola palabra.
โSe me escapรณโ, dijo Rogelio. โSolo una palabra, en una charla casual: โCubano.โโ
El conductor se tensรณ. Sus ojos se movieron al retrovisor. El silencio se volviรณ pesado. Sofocante.
Algo estaba mal.
El conductor finalmente dijo: โAquรญ los cubanos son como caballos de carreras.โ
Para los secuestradores en Mรฉxico, los cubanos son objetivos atractivos. Suponen que la mayorรญa tiene familia en Estados Unidos que los apoya. La oportunidad de extorsionar a familias estadounidenses mรกs acomodadas suele ser demasiado tentadora.
Y asรญ fue. El conductor no los llevรณ a un lugar seguro, sino a una casa donde fueron tomados como rehenes.
Estuvieron retenidos durante tres dรญas, mientras los secuestradores exigรญan $2,500 por cabeza a sus familias. Si no pagaban, amenazaban con enviar un dedo, luego una mano.
Al tercer dรญa, Elaine se rindiรณ.
โยฟDรณnde estoy? ยฟQuiรฉn eres tรบ? ยฟQuรฉ hago aquรญ?โ, le preguntรณ a Rogelio. Nunca habรญa sentido tanto miedo.
โEn ese momento, pensรฉ que lo mejor que podรญa pasar era que llegara la policรญa y nos deportara a Cubaโ, dijo Rogelio. โPreferรญa vivir en Cuba que morir en Mรฉxico.โ
Mientras tanto, sus familias hacรญan lo imposible. Vendieron joyas y pidieron prรฉstamos con intereses abusivos, juntando lo poco que podรญan.
No llegaron a los $5,000. Pero lograron reunir $2,400.
Fue suficiente. Los secuestradores tomaron el dinero y dejaron a Rogelio y Elaine al borde del territorio del cartel.

La frontera
Tomaron el รบltimo autobรบs de su viaje con un plan. El autobรบs los llevarรญa cerca de la frontera con Estados Unidos, pero no se arriesgarรญan a quedarse hasta el final. Unos kilรณmetros antes del cruce, se bajarรญan y caminarรญan el resto del trayecto, evitando cualquier puesto de inmigraciรณn que pudiera devolverlos.
Las horas se alargaron, el paisaje pasaba como un borrรณn de desierto y polvo. Mantuvieron la cabeza abajo, evitando llamar la atenciรณn, incluso cuando alguien se acercรณ a ofrecerles bocadillos.
Cuando pensaron que habรญa llegado el momento, Rogelio y Elaine se levantaron de sus asientos y se dirigieron al frente del autobรบs, con la adrenalina corriendo nuevamente por sus venas. Rogelio se acercรณ hacia el conductor y le pidiรณ:
โNecesitamos bajarnos aquรญ.โ
Le rogรณ al conductor, quien lo mirรณ en silencio antes de sacar una sonrisa.
โCruzamos a Estados Unidos hace unas millas,โ le dijo.
A Rogelio se le trabรณ el aliento en el pecho.
โNo lo podรญa creer. Fue tanto trabajo llegar hasta allรญ, y entramos casi por accidente,โ dijo.
En la estaciรณn de autobuses, Elaine y รฉl se encontraron con un agente de la patrulla fronteriza y se entregaron. Suplicaron asilo. Estados Unidos se lo concediรณ.
De ahรญ en adelante, solo quedaba un รบltimo trayecto โ pero esta vez, en la seguridad de Estados Unidos.
La familia de Rogelio lo esperaba cuando llegรณ a Miami. Despuรฉs de casi dos meses de peligro constante, de huir, esconderse y apenas sobrevivir, finalmente pudo respirar.